sexta-feira, 16 de agosto de 2019

Cinco Bandidos, poema de Kim Chi-Ha (em espanhol)

Cinco bandidos1 (1970)2

“Ojeok”3

Kim Chi-ha(Gim Ji-ha)

Versión de Fernando Barbosa



Si vas a escribir poesía,
olvídate de la prudencia y pon lo que te salga.

Ha pasado mucho tiempo después de ser fustigado en la cámara de torturas por mi irrefrenable pluma, y estoy loco de nuevo por escribir lo que sea.
Mi cuerpo con vehemencia quiere ser golpeado, lengua y manos, salvaje e incansablemente.
Y así arda con los azotes mi trasero tengo que escribir
esta “increíble” historia de bandidos.


Desde cuando fue fundada nuestra patria
al pie del monte Baekdu el tercer día de octubre hace ya mucho, mucho tiempo
dicen que una época más pacífica y feliz
como la de hoy jamás había existido.
¡Miren ustedes! Mi ombligo vigila y mi trasero escucha:
“nuestra nación occidental es la mejor, goza de paz y felicidad perfecta.
¿Dónde podemos encontrar pobres o bandidos?
Los campesinos comen tanto que mueren cuando explotan sus barrigas y la gente vive desnuda, cansada de vestirse de seda.
Aun cuando existan bandidos como Jaebong Ko4,
pues hasta en los tiempos de Confucio las pandillas embestían.
Aunque la corrupción, el peculado y las extorsiones están por todas partes, cuatro pícaros hicieron de las suyas en el reino de Yao y Shun5.
Salvo dejar que se mueran, nada pueden hacer
los reyes virtuosos o los funcionarios sabios frente a sus perniciosos hábitos”.

Y así viven los cinco bandidos en el centro de Seúl.

Sus mansiones en la parte alta de Dongbinggo-don6
miran sobre el río Han.
Están construidas sobre una loma desvestida, desnuda como una rabadilla de pollo desplumado. Hacia el sur tienen
una vista espléndida del río,
en donde el estiércol flota sobre las pútridas aguas, y hacia el norte alardean con magnificencia
en dirección a Seongbuk-dong y Suyu-dong7.
Y en el medio una fila de casuchas abarrotadas
tan pequeñas como las conchas del caracol ermitaño y sucias como escupitajos.

Los cinco bandidos hicieron sus espléndidos castillos adornados con grandes portales en Jangchung-dong y Yaksu-dong8.
Allí donde la música de las kisang9 jamás se detiene y donde el rumor de las cocinas nunca cesa,
están los aposentos de los reconocidos “cinco bandidos”,
aquel plutócrata sonuvabitch, el aristócrata sonuvabitch, el sonuvabitch
tecnócrata, el sonuvabitch autócrata y el sonuvabitch burócrata.
Sus engreídas cabezas son tan altas como el monte Nam
y sus cuellos tan vigorosos como el ombligo de Dongzhuo10.

Al contrario del común de la gente con cinco vísceras y seis tripas11,
estos tienen cinco vísceras y siete entrañas.
El séptimo órgano, tan grande como las criadillas de un toro, es el sitial de sus hábitos malignos.
Aunque son discípulos del mismo maestro, varían sus especialidades.
Dedicados a la práctica día y noche,
se han convertido en expertos en sus campos. Y naturalmente sus negocios prosperan
y como crecen sus ingresos, crecen sus capacidades.

Un día, para celebrar los diez años de su agrupación
que había nacido con un solemne juramento de sangre, se reunieron
y acordaron apostar cien toneladas de oro puro para el que demostrara los mejores talentos.
Y le dieron como título a la jugada “Competencia de bandidaje”. Es tiempo de suave primavera
con brisa y nubes ligeras sobre la cabeza.
Todos, por turnos, hicieron alarde de sus secretas destrezas, esgrimiendo cada uno en sus manos su palo de golf.

El primero en competir es
el sonuvabitch llamado Plutócrata. Todo lo que tiene está ornado en oro:
desfila con su traje dorado, su dorado sombrero, sus zapatos de oro, guantes dorados, reloj de oro, anillo de oro, brazalete de oro, botones de oro, pisacorbatas de oro, mancornas de oro, hebilla de oro, dientes de oro, uñas de oro, uñas de los pies de oro, cremallera de oro y para el reloj cadenas de oro.
Se anuncia
con un ruido estrepitoso de sus propios gases
y meneando su flácido trasero y su enorme barriga, se bambolea.
Escuchen y miren sus destrezas:
soborna ministros
y compra viceministros
y los maneja tan fácil como manosea el cocinero la masa.
Sus platos preferidos son el dinero de los impuestos, los préstamos extranjeros
y todos los privilegios preferenciales y concesiones, y se los sorbe
como si fueran delicados manjares
sazonados a la perfección con vinagre, salsa de soya, mostaza, ají,
acento, cebolla de verdeo y ajo.
Su diversión favorita, las concubinas y engendrar hijos día y noche.
Y ofrece sus numerosas hijas
a quienes llevan la espada al cinto,
para acceder con gran facilidad a los mayores secretos.
No extraña entonces que los mejores negocios caigan en sus manos. Solo necesita cinco millones de dólares para robarse
algo que vale un billón.
Su método preferido para hacer dinero es comprar tierra yerma a huevo
y venderla como oro
cuando se está desarrollando. Su inalterable política consiste
en no pagarle en efectivo a sus empleados, todo palabreado.
En suma, su talento para adaptarse a las circunstancias sobrepasa el de Sunwukong12,
como sus habilidades para besar traseros
que hasta a los chinos aduladores avergonzarían.

El segundo en la competencia aparece, ese sonuvabitch llamado Aristócrata,
mascullando algo entre dientes. Su espalda torcida y gibada
y unos ojos delgados como aquellos de Chaochao13.
Está envuelto en causas revolucionarias, todo en su cuerpo peludo
como en su sombrero y en su escarapela están llenos de causas revolucionarias.

Escupiendo descaradamente espesas flemas
y alardeando con un palo de golf como si fuera una bandera, hace retumbar sus gastadas promesas.
Eslóganes vacíos fluyen de su afilada lengua:
“es el momento para la revolución y el cambio. Revolución: ¡de los viejos a los nuevos demonios!
Renovación: ¡del enriquecimiento ilegal a enriquecerse ilegalmente! Modernización: ¡de fraudulentas elecciones a elecciones fraudulentas! Fisiocracia: ¡de granjas empobrecidas a granjas abandonadas! Construcción: ¡construir todas las casas en estilo Wau!14.
Limpiemos la sociedad, imiten a Chong Insuk15, la reconocida kisang de alto pelaje.
Contribuyan y consigan dinero, Makkoli16, rufianes, holgazanes, matutes, puñetazos, comadrejas, ciegos, fantasmas,
todos al servicio de los votos para la sagrada guerra electoral.
Sunzi, el gran estratega chino, enseñaba
que un verdadero soldado no debe despreciar ni los métodos diabólicos. Así que los políticos, por naturaleza, son bandidos
y las promesas públicas tan solo palabras vacías.
De manera que háganse a un lado y permanezcan lejos de mí, sucia e ignorante muchedumbre,
y déjenme jugar al golf ”.

Aparece el tercer competidor,
ese sonuvabitch llamado Tecnócrata. Parece un balón de caucho inflado
con ojos aguzados como los de una víbora.

Su talante frío y sus labios apretados con firmeza testifican que es un empleado público claramente en todo los aspectos. Mueve con decisión la cabeza
y rechaza los “dulces”,
mientras dice “es que jamás como dulces”.
¡Pero cuidado con lo que hace de espaldas! Tiene entonces otra cara.
Se entromete aquí, sonríe allá, intrépido, impúdico, socarrón,
tiene los dientes cariados por el exceso de dulces. Casi ha perdido la dentadura
pero está seguro de tener un mal aliento y de ser un tipo de manos sucias. Sentado en una silla tan profunda como el mar
y frente a una mesa tan alta como el cielo, dice “no gracias, no gracias” con una mano y “gracias, gracias” con la otra.
Es incapaz de hacer lo posible pero hace lo imposible.
Sobre su escritorio hay una pila enorme de documentos y bajo la mesa rollos de billetes.
Un perrito faldero frente a sus superiores,
y un perro de caza frente a sus subalternos.
A su bolsillo izquierdo van los fondos públicos y al derecho los de los sobornos.
Mientras niega con firmeza lo que ha hecho canta todo el día,
“blancas nubes, aseguren que mi mujer no duerma al lado conmigo”.

El cuarto participante hace su entrada, ese sonuvabitch llamado Autócrata.
Es tan alto como un poste de energía y la fila de sus soldados es tan larga como la Gran Muralla china.
Con un cuerpo peludo, ojos de tejón,
boca de tigre, nariz chata y una larga barba,
está seguro de ser una bestia en todos los aspectos. Medallas de plata y oro,
de latón, bronce y cobre cubren todo su cuerpo. Cansado con el peso de la condecoraciones, trepa a gatas
y hace alarde de sus habilidades. Roba el arroz de los soldados
y llena de arena los sacos vacíos.
Se roba las vacas y cerdos para sus soldados y les entrega un par de hebras
y se come solo todas las viandas.
Mientras sus hombres, sin barracas,
se congelan a punto de morir en el invierno, los obliga a construir
su enorme casa hecha de madera y materiales que ha saqueado. Su lema es
“trabaje duro hasta que sude y así logrará enfriarse”.
Sus cosas favoritas son: camiones, vestidos, combustibles, materiales de construcción, comida, salarios,
y pequeñas bagatelas para regalarle a los soldados. Su entretenimiento es apalear a los desertores
que han escapado al hambre, hasta casi eliminarlos por su indisciplina antes de enviarlos a los calabozos. Escoge los soldados más saludables y fuertes
para ofrecerlos a su esposa como juguetes sexuales,
mientras él practica sus estrategias secretas en la vieja guerra entre los sexos
con su propia amante.

Se une el último de los competidores,
ese bandido sonuvabitch llamado Burócrata. Con su camarilla: ministros y viceministros, con ojos cerosos a causa de las cataratas,
su sucio rostro está más allá de cualquier comparación. Pero escudriña a todos lados con mirada penetrante, mientras controla el presupuesto para la defensa nacional con su palo de golf en la mano izquierda.
Cuando acaricia los pechos de su amante y sobre ellos escribe lentamente
“más producción, más exportaciones, más construcción”, ella responde diciendo
“¡Ah!, ¡oh! Me haces cosquillas”.
“¿Estás diciendo que los asuntos de Estado son un cosquilleo, ignorante ramera?”.
Exportar más productos, así haya que morir de hambre. Producir más bienes, así no se vendan.
Construyamos un puente sobre el estrecho de Corea con los huesos de los que hayan muerto de hambre
y tengamos un encuentro con los dioses de Japón.
A medida que la música fluye de su trompeta y sus tambores, su oscuro deseo por el dinero robado mana
de la hendidura de sus instrumentos. Es dueño de un Mercedes Benz además de su bonito Sedan negro,
pero usa su “Corona”17 para aparecer en público y mostrar con claridad
su naturaleza humilde y limpia. Su método favorito es desfalcar enormes sumas del erario nacional
y recibir grandes sobornos para adjudicar contratos. Y mascar goma para camuflar
el apestoso “olor” de su entretenimiento. Él, mientras enciende un Kent, escribe
en la papelería oficial y de un solo tirón:
“supriman el consumo de productos foráneos”,
y alardea de su redacción.
Al periodista “ignorante” que llega tras conocer el gran escándalo, le niega toda incumbencia.
Y para matizar una respuesta le contesta: “¿en golf, cuál es su hándicap?”.

Los fantasmas que observaron el torneo
horrorizados con las habilidades desplegadas en la justa huyeron exasperados
y temerosos de que les robaran hasta sus propios huesos. Por eso, después de la competencia,
no son muchos los que ofrecen sacrificios a los espíritus.

El torneo se calentó tan rápido
como maduran las calabazas bajo el sol a mediados del otoño. Pero en medio del calor
se dictó una firme orden real
con el fin de arrestar a los cinco bandidos, la vergüenza de nuestro país.
Fue tan súbita e inesperada
como un relámpago en cielo despejado, o como la primera helada de la estación.
El jefe de policía se inclinó y prometió el arresto y encarcelarlos de inmediato.
Pero, he aquí, al jefe de policía:
tiene nariz de cerdo, salpicada con el sedimento blanco del Makkoli, nariz de bagre a la que le escurre la saliva.
Sus ojos de buey enrojecidos se tambalean en sus órbitas y ruge como un león y, en su afán,
arremete contra todos, aquí y allá,
mientras el tumor enorme que cuelga de su frente se bambolea de arriba abajo.
Mira a cuantos pasan con sospecha y a diestra y siniestra los arresta.

Pero escuchen lo que en realidad ha sucedido.

No se ejecutó la orden que vino más allá del cielo azul. No se arrestó a ningún bandido.
El encargado de la ley fue en otra dirección.
Arrestó zarrapastrosos en la tercera calle de Chongno, moscardones en Myeong-dong, tábanos en Yang-dong, asquerosas moscas en Mugyo-dong y en el río Cheonggye, bichos del estercolero en Wangsimni.
Todos reducidos en un mismo sitio fueron arrodillados y sometidos a golpes, martillazos, puñetazos,
patadas, pisotones sin misericordia.
A chuzadas, pellizcos, empujones, torceduras, como preludio a un infinito menú de torturas. Por supuesto lo siguiente fue
noquearlos, abatirlos, doblarlos, derribarlos, atornillarlos y retorcerlos.
En seguida desnudarlos, descarnarlos, clavarles agujas en el cuerpo,
dejarlos sin sentido. El plato final era
hacerlos dóciles y flexibles como un sauce
hiriéndolos y ahogándolos hasta desplomarlos. Amenazándolos de muerte
hacía gala de sus instrumentos de tortura:
un bastón de seis aristas, un atizador de hierro triangular,
un rastrillo de hierro, espadas, dagas, sables, puñales, garrotes, porras, esposas, silbatos, palos,
rifles, ametralladoras, granadas de mano,
gases lacrimógenos, bombas de humo, bombas de vómito, bombas de orina, bombas de alcantarilla, brazas de carbón y las más sofisticadas y novedosas armas.

Todos en perfecta fila.

Con voz amenazante, que sonaba como pedo de tigre, temblaban los arrugados detenidos.
Kesoo, un campesino pobre de Jeolla-do entumecido y espantado
como si le hubiera caído el invierno a mitad de junio es interrogado:

"usted es uno de los cinco bandidos, ¿verdad?”. “No. No lo soy”.
“Entonces, ¿quién es usted?”. “Soy un ladrón”.
“¡Ah! Sí. ¿Y lo cincos bandidos no son el ladrón, el ratero de tiendas,
el carterista, el fullero y el estafador? Usted debe ser alguno de ellos”. “No. Entonces no soy un ladrón”.
“¿Y entonces qué?”. “Soy un rufián”.
“¿Y los cinco transgresores de la moral no son el rufián, el proxeneta, la prostituta,
el tunante, el delator?”.
“Es decir, tampoco soy un rufián”. “¿Y entonces qué?”.
“Soy un mercachifle”.
“¡Ah! Tanto mejor. Vendedor de gomas,
de cigarrillos, de calcetines, de dulces y chocolatinas,
¿no son estos los bandidos que trafican productos extranjeros?”. “No. No soy un mercachifle”.
“¿Y entonces qué?”.
“Soy un pobre mendigo”.
“Así que debe ser uno de los cinco bandidos porque mendigos, leprosos, recicladores, indigentes y asaltantes son los cinco bandidos que más crímenes cometen.
¡De manera que apresen a este bribón de inmediato!”. “No. No, yo no soy.
Le juro que no soy uno de los cinco bandidos que persigue. Soy un pobre campesino de la provincia de Jeolla.
Vine a Seúl a tratar de ganarme el sustento
por no poder llenar el estómago con lo de mis faenas. De nada soy culpable.
Solo lo soy de haberme robado un pedazo de pan anoche para calmar el hambre que me acechaba”.
Y el jefe de policía inició las torturas.
Lo golpeó, lo apaleó, y le torció las piernas y el cuerpo como si fuera un tornillo.
Y luego lo zurró, lo instigó y lo quemó.
Lo colgó y le inundó las narices con agua primero y después con ají y vinagre.
Pero a pesar de todos los esfuerzos, continuó el tenue grito: “no. Yo no lo soy”.
El jefe de policía cambió de táctica y comenzó a consolar a Kesoo: “le salvaré el pellejo solo si me revela
quiénes son los cinco bandidos y dónde están”. Kesoo respondió al instante para salvar su vida: “los tales cinco bandidos son cinco bestias,
el Plutócrata sonuvabitch, el Aristócrata sonuvabitch, el Tecnócrata sonuvabitch, el Autócrata sonuvabitch
y el Burócrata sonuvabitch18.
Ahora están exhibiendo sus destrezas en Dongbinggo-dong”.
“Humm. Esos nombres me suenan familiares.
¿Está seguro que se trata de bestias?”.
“Por supuesto lo son. Y en verdad muy crueles”. “Bien, bien, hijo.
¿Por qué no me lo dijiste antes?”. Radiante con tal información,
el jefe de policía golpeó sus propias rodillas con tal fuerza que las separó.
Le ordenó a Kesoo que lo llevara a la guarida.
“Morir es un problema personal
pero servir a la nación es un asunto público. Como sea los arrestaré
y los haré que sean descuartizados. Así garantizaré mi ascenso”.

Imaginen al jefe de policía siguiendo a Kesoo. Con sus ojos de tigre brillantes,
concentrados en avistar la presa, brioso como una tormenta. Retumba su voz:
“a un lado, denme paso,
o pensaré que son uno de ellos.
Estoy decidido a arrestarlos ya mismo”. De un solo brinco salta el monte Nam
y llega a Dingbinggo-dong
con su magnífica vista sobre el río Han. Su voz estentórea y su espíritu de tigre
semejan la reencarnación del general Wan Lee19.

Irrumpe en el sitio de la contienda con un estruendoso grito:
“¡oigan ustedes, las cinco bestias,
ustedes, crueles brutos que están gozando de esta suntuosa fiesta con el dinero
que le exprimen a los pobres! Su fiesta ha terminado.
Al final sus perversiones se conocieron arriba
y los arresto en cumplimiento de las órdenes reales por traicionar y difamar el honor de la nación”.

Nadie oyó sus palabras
pues el juego los tenía embebidos. Furioso y atónito
el jefe de policía comenzó a observar todo alrededor. “Serán bestias, pero en verdad, espléndidas.
No logro darle crédito a mis ojos.
¿Es esto real o solo un sueño?
¡Si es real debe ser el cielo!”.

Piscinas de agua azul llenas de hadas desnudas.
Árboles en el jardín y perros importados que valen un millón de wones. Rocas grandes y pequeñas.
Lámparas de piedra, estatuas de Buda que valen diez millones. Carpas y peces dorados que valen cien millones
y golondrinas y codornices en jaulas que valen otro tanto. En la guarida todo es automático:
las puertas, las paredes, el servicio de bebidas y comida.
El flirteo, las rameras, la lascivia también son automáticas. La mucama es universitaria.
El contador, doctor en economía, el jardinero, doctor en silvicultura, doctor en estética el peluquero,
doctor en administración de negocios, el mayordomo, así son los que laboran en la cueva.
Hay calefacciones que protegen el campo y las aves del frío
y un sistema de aire acondicionado para enfriar el lago para proteger los peces del calor.

La perrera tiene refrigerador
para evitar el deterioro de la comida de los perros.

La guarida en una espléndida combinación de arquitectura occidental con la tradicional: el techo está cubierto de tejas nativas
sobre una placa de mármol, las columnas son corintias
y los travesaños jónicos.
Las vigas en forma de abanico están decoradas con láminas de hierro, y los zócalos son dorados.
El vestíbulo es una habitación de vidrio.
Los muros de piedra tienen musgo artificial. Los corredores son amplios.
En el segundo piso hay un jardín con techo de tejas
y postigos decorados con el ideograma chino de “Bandidos”. Las puertas de entrada y salida son de estilo persa.
Y de estilo turco los baños
y la bañera se hizo con los japoneses en mente. En el patio delantero
cavaron un lago y levantaron una montaña de piedra.
El jefe de policía atisba el interior por un resquicio de la puerta y se encuentra con muebles con incrustaciones de perla,
un arcón grabado con un fénix chino, otros muebles adornados con dragones, un cofre con 3.333 cajones,
y un enorme baúl con claveles tallados,
una bandeja tan grande como un campo deportivo, tapizada en piedras preciosas, candelabros de oro y bronce tan altos como el cielorraso,
un reloj electrónico, ollas electrónicas,
palillos para comer electrónicos, vasos electrónicos, bolsas electrónicas, espejos electrónicos,
libros electrónicos, y además de todos estos electrónicos artículos viejos o inimaginables como
botellas de acero inoxidable, tazas de madera, celadón de Chosun y porcelana blanca de Koryo20, un Picasso colgado boca abajo
y un Chagal suspendido de medio lado,
una orquídea de Sokpa21 en un marco dorado,
400 pinturas de colgadura, 8.888 pinturas de paisajes y flores. Tazas Tang, tazas japonesas, tazas americanas,
tazas francesas, tazas italianas,
un televisor forrado en cuero de tigre, una grabadora Sony en una papelera,
una cámara Mitchell sobre una mesa de caparazón de tortuga, una grabadora de video RCA en una caja de coral,
una pluma fuente Parker en un estuche de ámbar, una lámpara de escritorio de aceite de castor. Luces directas e indirectas
en ángulos para iluminar el techo o los pisos
y recrear un espléndido contraste de luces y de sombra.

¡Y los accesorios para las mujeres! Alfileres de zafiro para los peinados,
zapatillas adornadas, broches de oro, dientes de oro blanco,
tapones de ámbar para las orejas,
tapones de coral para el trasero y de rubí para el ombligo, aretes de perlas, anillos de diamante para las narices, collares de cuarzo violeta, brazaletes de zafiro,
ajorcas de esmeralda, cinturones de diamante
y monturas turcas para lentes con piedras preciosas.

Pero los cinco bandidos solo llevan
anillos de bronce que apenas valen tres wones
¡pero que relucen como antorchas en las noches!

Frente a los platillos extraños y jamás vistos al jefe de policía se le llenó la boca de agua. Este sonido acuoso sacudía la tierra entera como si fuera un terremoto.
En el BBQ prepararon filetes de pelo de vaca, narices de cerdo a la brasa,
barbas de chivo fritas, cuernos de gamo asados, muslos de pollo cocidos en pinchos,
aletas secas de faisán, alas de róbalo sudadas, uñas secas del pie de algún animal,
variedad de pescados crudos: pargos, atunes, lenguados, pulpitos hervidos
y escamas de cohombros de mar,
chuletas de res-puerco, chuletas de puerco-res, entrañas sangrantes de pez globo,
castañas crudas, castañas al vapor, manzanas, semillas secas de pera envueltas en hojillas de oro, bebida dulce de banano, ponche de piña,
y flores de higo azucaradas. Torta frita de metadona,
galletas de zacarina, huevos de rana pochados, gelatina de arvejas y pastel de agar, son sus postres.

Sus licores son de igual forma numerosos:
licores de frutas y de flores, Suntory,
alcohol de canela, champaña, licor de pino,
ginebra, licor de camarón púrpura, alcohol de ogalpi22, Johnny Walker, vino chino para bodas,
White Horse, licores de ermitaño, Jim Beam, licores medicinales, coñac Napoleón, Makkoli,
vino de arroz, ginebra coreana, sake, licores fuertes, Maotai, vodka y ron.

Maravillado con tantas cosas y casi fuera de sí, el jefe de policía casi no podía cerrar su boca. Con la misma hecha un pantano
como un perro en un día caluroso del verano, exclamó: “¡qué diablos es esto!
¿Es este el producto del delito?
¡Oh! ¡Oh!
Desde el comienzo he debido ser un delincuente. Estas dos malditas palabras ‘buena conciencia’
¡son mi más amargo e imperdonable enemigo!”.

Mientras se lamentaba por su mala suerte, uno de los cinco bandidos se le aproximó
y le ofreció una copa. Jamás había visto el vino
y menos haberlo probado,
pero lo encontró tan delicioso y embriagador que bebió dos copas seguidas
y luego dos más sin detenerse.
Borracho pero aún con la lengua controlada se puso de pie y pronunció un discurso. Mascando, escupiendo y haciendo mucho ruido, habló con voz grave y digna.

“¡Queridos afortunados y honorables bandidos!
Creo que no deben ser condenados por sus crímenes. Más bien debemos culpar a la sociedad
que es la responsable de los actos que han perpetrado. Ustedes, honorables bandidos,
son trabajadores diligentes en nuestra sociedad. Así que mi más honesto deseo
es que puedan consagrarse a su sagrado trabajo, a hacer lo mejor y a alcanzar grandes éxitos”.
Mientras ellos reían y aplaudían estrepitosamente al final, de manera inmisericorde atrapó a Kesoo
y lo ató con fuerza. “Tú, sonuvabitch,
quedas arrestado por falsa acusación”.

Es el atardecer
y el sol se oculta tras los cerros del poniente.
El solitario ganso salvaje encuentra su compañera,
la luna comienza a dejar caer su luz sobre la tierra, y el río se ensangrienta con el crepúsculo escarlata. Mientras el cuclillo canta y se lamenta entristecido, el jefe de policía eructa y cojea
arrastrando a Kesoo, reducido al tamaño de una arveja.
¡Ay! ¡Ay!
Pobre y miserable Kesoo, mi Kesoo,
que viniste a Seúl en busca de fortuna,
que has sido oprimido en todas partes a donde fuiste: Dongdaemun, Nandaemun, Bongcheon-dong y Moraenae,
¡qué lindo destino el tuyo:
la cárcel!
Nadie podría ayudarte, campesino. Nadie te ayudará, campesino.
¡Buena suerte!
¡Hasta pronto!
¡Cuídate!

De inmediato
Kesoo fue encarcelado y los cinco bandidos,
agradecidos por los esfuerzos del jefe de policía, lo nombraron guardián de su guarida.

Ellos no se olvidaron de proveerle una vivienda cuidada por perros justo al lado de sus residencias.
El jefe de policía orgulloso de sus logros
tenía las armas más sofisticadas
para cuidar las propiedades de los bandidos
al tiempo que disfrutaba una vida con gran estilo.

Pero un día hermoso y soleado mientras se desentumía en la cama, un relámpago le cortó la vida.
Y al mismo tiempo,
los cinco bandidos también cayeron muertos, sangrando por los seis orificios de sus cuerpos23.
Estos sucesos se han repetido durante un largo tiempo y están en los labios de todo el mundo.
Yo, un pobre poeta,
no pretendo más que seguir divulgando la historias.

______________________________________________________________________________

Notas


1 Autor de uma obra corajosa e de estilo único, Kim Ji-ha é considerado por muitos um dos maiores nomes da Coreia do Sul e do mundo: sua poesia ficou conhecida por desafiar o regime autoritário de seu país e por defender até as últimas consequências a liberdade de expressão e a democracia. Sua resiliência política e sua produção literária originalíssima motivaram sua vitória do Prêmio Lótus e duas indicações ao Prêmio Nobel – de Literatura e da Paz.
Há uma tradução brasileira, de Moon Joon, publicada pela 7Letras.
Originalmente publicado em Poesía y política: Kim Chi-ha, por Fernando Barbosa, na Revista de Analisis Internacionales.
Todas as demais notas são do tradutor.

2 Esta versión se basa en la traducción en verso de W. C. Kim y J. Han (Kim, 2001) y se complementa con la versión en prosa incluida en Choe, Lee y De Bary (2000).

3 El título en coreano, Ojeok, hace referencia a los cinco ministros que suscribieron el Tratado Eulsa en 1905, mediante el cual Corea cedió su soberanía a los japoneses: Yi Wang-yong (Educación), Yi Geun-taek (Defensa), Yi Ji-yong (Interior), Park Je-sun (Relaciones Exteriores) y Gwon Jung-hyeon (Agricultura, Comercio e Industria) (Nahm, 1988).

4   Famoso bandido a finales de 1960. Descuartizó una familia con un hacha.

5   Los cuatro famosos criminales en los tiempos del emperador Shun. La época de Yao y Shun es considerada la edad de oro de China.

6   Distrito de nuevos ricos en Seúl que se conoció como la “Villa de los bandidos”.

7   Nuevos distritos de clase media en el norte de Seúl.

8   Distritos de gente rica en Seúl.

9   Entretenedoras tradicionales.

10   Corpulento general chino del periodo Han tardío reconocido por su ferocidad y crueldad.

11   De acuerdo con la medicina china.

12   El protagonista de la novela Viaje al Oeste, un mico capaz de transformarse en cualquier cosa a su antojo.

13   Héroe perverso y modelo de bandido. Tenía los ojos muy pequeños.

14   Las torres de apartamentos Wau se derrumbaron en abril de 1970 debido al uso de materiales baratos y a su construcción deficiente. Hubo 128 muertos.

15   Presuntamente asesinada por su hermano por inmoral. Después se supo que había tenido intimidad con personajes altos del Gobierno y que conocía grandes secretos.

16   Vino de arroz tradicional.

17   Auto japonés de gama baja ensamblado en Corea.

18    Empresario, congresista, burócrata, general, ministro.

19    Famoso general del siglo XVII que luchó contra los manchúes.

20   Licencia del poeta, pues la porcelana blanca es del periodo Chosun y el celadón del Koryo.

21   Seudónimo de Yi Ha-eung, padre del emperador Gwangmu (1852-1919), príncipe regente, pintor y calígrafo. Su especialidad fue la pintura de orquídeas y rocas.

22    Raíz medicinal (acanthopanax koreanum nakai).

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